El bosque de Birnam reverdece. ¡Temblad, tiranos!
El bosque, todos los bosques de Birnam se ponen en marcha de nuevo. Tiembla, Macbeth, temblad todos los Macbeths de la historia pasada, presente y futura.
- "¡Estrellas, apáguense vuestros fulgores!...¡Que no alumbre vuestra luz mis negros y profundos deseos!...¡Que los ojos se cierren ante la mano!...Pero, ¡cúmplase, mientras, lo que los ojos se espantarán de ver cuando llegue el momento de realizarse!...-dice el ojo por ojo y diente por diente esta vez.
- No te doblegues, Macbeth, no hagas caso al populacho endeudado, "¡un rostro falso debe ocultar lo que sabe un falso corazón!" -grita el coro cada vez más reducido de aduladores que aún comen de su mano.
-"Coronas infructuosas y cetros estériles" -grita ahora el bosque de Birnam.
- "¿Qué importa que llegue a saberse, si nadie puede pedir cuenta de nuestro poder?" -implora la última de las mantenidas al oído de Macbeth.
- ¡De locos! "¿Quién puede movilizar un bosque ni mandar al árbol que arranque su raíz del seno de la tierra?" -piensa un joven dandy que pasa de todo y se dirige imperturbable a su única movida, a su Dunsinane delirante.
-"Macbeth ha asesinado el sueño!...-dice el viejo leñador, el viejo gabarrero, que mira al joven con pena mientras tira de la jáquima de un descolocado burro cargado de cepas de roble.
-Pero, ¿Y los oráculos? ¿Cómo puede moverse un bosque sin el manto previsor de los oráculos? ¿Qué civilización es ésta? -gritan los incrédulos que otrora reverenciaban a Macbeth.
Pero el bosque de Birnam avivaba la marcha y de las columnas del tiempo caían con estrépito mitos y falsos dioses, que habían entontecido a la humanidad desde los primeros miedos y preguntas.
Y todo se lo llevaba por delante la verde masa de la renovación, a los ingratos discípulos que habían humillado con arrogancia a sus maestros; a los maestros que eligieron a los alumnos más torpes y falsos, en vez de a los menos ambiciosos y fieles; a los enjoyados patriarcas de las iglesias que no habían abierto a tiempo sus cofres de pedrería fina para salvar a sus países de la ruina; a los banqueros miopes que acrecientan nuestras ansias de poseer y no escucharon a las viejas abuelas; a los que hacen de los partidos iglesias; a los que utilizan los partidos para esconder sus vergüenzas e impotencias; a los que cambian de camisa cuando vislumbran la moda en la acera de enfrente; a los que, mande quien mande, quieren vivir del trabajo o de la subvención conseguida por otros...
¡Hasta que el bosque de Birnam llegue a tu infesto foso, tiembla Macbeth, tiembla!. Casimiro.
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