"Todo lo que no nos destruye nos fortalece". La frase es de Nietzsche y, en general, creo que no ha perdido vigencia.
Implica crecimiento con esfuerzo y experiencia, pero se contradice con nuestra condición de seres volubles y efímeros.
Si le añadimos la teoría que sostiene que nuestra vida presente forma parte de una vida mucho más duradera, que en apariciones distantes y distintas ha dado o dará oportunidades de experimentar personalmente todo lo bueno y lo malo que el mundo encierra, las cosas se complican.
De manera que no nos libramos. Yo pude ser en una de mis otras vidas Julio César, "el pacificador de las Galias", que no dejó títere con cabeza, o Macbeth, que aceptó erróneamente las predicciones del destino; con estos antecedentes creo que se cubre de sobra la cuota de maldad.
Pero, por otra parte, sin dejar de ser adoquines moldeados, se nos intenta convencer de que hemos evolucionado y podemos romper el maleficio, y de tener un sistema de controles y garantías que impiden hacer el daño impúnemente y lo castigan.
No necesitaríamos el bosque de Birnam, por tanto, para castigar a Macbeth, porque cualquier justicia actual le hubiera hecho pagar sus atrocidades.
Y esto debiera bastar para aceptar el principio que supedita nuestra fortaleza a los golpes recibidos, si no fuera porque la sociedad engañadora en que moramos no termina de establecer unas reglas verdaderas y generales que asegure nuestra credulidad.
Por ejemplo, cómo vamos a creer en la Globalización o en el Mercado si cada País va a su bola, si se utiliza la prima de riesgo y la bolsa para derribar gobiernos, o se mantienen paraísos fiscales en Europa como Gibraltar (vaya fiasco).
Pero bajemos a lo particular, ¿y nosotros?, ¿somos más evolucionados y coherentes que el capitalismo puro y duro?
Cómo juzgar que el electorado no haya dado ninguna importancia a la liberación del suelo que realizó el PP en su época anterior y que provocó la locura inmobiliaria, creando el enriquecimiento de unos pocos y la ruina de muchos?
Lo lógico, que se hubiera castigado a los dos partidos mayoritarios en la misma proporción, a uno por bárbaro y a otro por infantil y dejado.
De ahí mis dudas de que las ruinas de un edificio nos alumbren ideas para mejorar su futura construcción, porque a las razones objetivas y técnicas añadiremos las de la inevitable añoranza, las de la comodidad, las de los ensueños, las de la novedad más caprichosa e incoherente...
Seguimos esperando que la información y la cultura nos permita el milagro de la coherencia individual y colectiva y una democracia más sólida y justa. Casimiro.
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