¡Abandono de buque! Sólo he oído una vez ese fátidico sonido. Fué en el año 1.959 en unas maniobras de la flotilla de destructores y cruceros de la Armada. Yo formaba parte de la dotación del destructor Escaño, acababa de salir de guardia de noche y estaba desayunando solo en el comedor. De pronto, oí un gran golpe a mi espalda, en la amura de babor, y me sentí transportado a las mamparas de enfrente. Otro destructor, el José Luis Díez, que debía habernos pasado por la proa limpiamente, calculó mal y su embestida nos colocó en pocos minutos casi en la horizontal. El segundo comandante que estaba en el puente tocó babor y estribor de guardia, que consiste en que todo el mundo forme en cubierta, pero inmediatamente comenzaron a sentirse por los altavoces órdenes distintas, entre ellas "abandono de buque", que enseguida fue rectificaca, pero mucho personal del barco ya se había tirado por la borda al mar. Yo bajé por mi cuenta rapidamente al pañol de proa para ver los daños y comprobé que eran mínimos. Cuando subía, bajaba el segundo acompañado y le di la novedad. Estaba demudado, comenzó a darme órdenes furioso y nervioso, a pesar de que le aseguré que el problema era menor. Me hizo bajar otra vez, y no convencido bajó él.
El barco se estabilizó y no hubo problemas.
Es curioso cómo descargamos la responsabilidad de las decisiones importantes en personas con un expediente impecable, con unas oposiciones en las que tuvo que aprenderse trescientos temas, pero que carecen de la serenidad suficiente para dirigir determinados proyectos. Caso del capitán del crucero hundido recientemente. Conprobar la sangre fría y la valentía a priori es difícil, por eso, en la cartilla de licenciado ponían siempre un escueto: "Valor, se le supone". Y es que estar dispuesto a perder la vida por los demás es más difícil de lo que se dice. El capitán de la Marina Mercante, cuestionado por su abandono, acaba de romper un mito que ha durado cientos de años. Recuerdo a D. Francisco Loueiro, director de la Academia de Náutica de El Ferrol, privada, antiguo marino republicano castigado, que al principio de la guerra se había dedicado a pasar barcos a la zona roja, y recordando su historial y la forma de inculcar a los pilotos, oficiales y capitanes de Marina Mercante que le llegaban de toda España, incluso de la Escuela Oficial de Bilbao, esa responsabilidad del mando tan evidente que iban a tener.
En cuanto a asumir responsabilidades y responder de ellas, estamos a cien años luz de la tradición y la moral.
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